La matanza que viene
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El Doctor Extraño derrota al campeón de una tribu nómada de devoradores de almas de la infradimensión que habían atacado el espíritu de un niño. Durante el exorcismo, Extraño descubre que la líder dela tribu se siente atraído por él y tiene un lío con la demonio. El poderoso hechicero convence a las criaturas para que ataquen las almas de los asesinos de niños encerrados en la Isla Ryker. De camino hacia el Bar Sin Puertas expulsa a una sanguijuela psíquica malebranquiana que estaba pegada a la espalda de un anciano. Ya en el Bar Sin Puertas se encuentra con Shamán, el Doctor Vudú y la Bruja Escarlata, con quienes comparte su inquietud por el inusitado aumento de criaturas de regiones lejanas a la Tierra. Monako, el Príncipe de la Magia, se les acerca y acusa al Doctor Extraño de no pagar el precio por usar la magia. En su opinión cada vez que se salva a alguien con magia hay que hacer una contraprestación, cosa que él hacía matando conejos.
Al llegar a la puerta de su Santa Sanctorum encuentra a una chica que está dudando si llamar o no llamar. Se trata de Zelma Stanton del Bronx, una bibliotecaria a quien le ha crecido una boca demoníaca en la cabeza. Extraño pide que se saque el gorro con la que lo oculta y al hacerlo surge de su cabeza una horda de demonios.
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El Magistrado Szandor Zoso entra corriendo en la Logia y bloquea la pesada puerta de madera con las Cadenas de Odogo. Su magia está mermada con el ataque del Impirikul. Sabiendo que está todo perdido decide mandar un mensaje a través de las dimensiones para advertir del ataque del formidable enemigo, así que invoca unas mariposas y graba un mensaje en ellas usando el poder del Ojo de Thelema. Los Lobos Cazamagos atraviesan la puerta y se lanzan sobre él. Los soldados entran y ven las mariposas alejarse. Tras ellos viene el Imperator, a quien informan del mensaje. El poderoso personaje decide que nadie va a darles un preaviso y destruye las mariposas místicas con un simple parpadeo. Zoso contempla lo ocurrido con desesperación e Imperator ordena que lo purifiquen.
